Hace más de una semana saltaron las alarmas: Hollywood echaba el cierre y convocaba una huelga masiva y sin igual.
Hollywood se cansa y hace un llamamiento a la huelga. Primero los guionistas y ahora los actores se han unido a una convocatoria que supone solo la segunda en toda la historia de la industria cinematográfica que afecta a tal movimiento de masas.
Hollywood está en crisis. Desde su fundación en 1911, solo ha habido un gran parón que se compara al que vivimos actualmente. En 1960, el entonces actor Ronald Reagan llamaba a la huelga y tanto los guionistas como los actores lo escucharon y acudieron. Con una duración de 40 días, lograron sus objetivos. Se han repetido más huelgas a lo largo de la historia de Hollywood, pero ninguna que reúna simultáneamente a los dos sindicatos. Eso ha sido así hasta ahora.
El detonante fue el gremio de escritores de EEUU, llamado WGA. Paralizaron su actividad a principios de mayo con una lista extensa de motivos, pero encabezada por los salarios. El sindicato de los guionistas, que agrupa hasta 11.500 personas, ha ido viendo cómo sus sueldos decrecían al tiempo que crecían las plataformas. Y es que la supervivencia de este grupo se basa en los residuales, es decir, lo que ganan cuando se repiten sus trabajos en televisión.
Con la llegada de las plataformas, esta manera de obtener dinero da un giro. Ahora su salario depende de las horas invertidas en ver su producto, de cada vez menor duración y más dilatados en el tiempo (¿cuánto tiempo como mínimo tienes que esperar a que salga la siguiente temporada de tu serie favorita?). Resultado: una caída del 14 % de sus sueldos en el último lustro. El 2 de mayo programas cuyo guion se escribe el día anterior (el de Jimmy Fallon, por ejemplo) sufrieron las primeras consecuencias.
“Es inevitable”: el sindicato de actores de cine y televisión (SAG-AFTRA) anunciaba de esta manera que sus hasta 160.000 integrantes se solidarizaban con la huelga que los guionistas comenzaron en mayo. Fue el pasado 13 de julio cuando esta huelga, gestionada en principio sin muchas alarmas, causaba un revuelo mucho más grande y, por supuesto, más importante.
Los actores exigen demandas parecidas a las de sus compañeros, pero a ellas se une la inteligencia artificial. Tanto unos como otros temen que su trabajo sea sustituido por las cada vez más diversas (y peligrosas) capacidades de este medio. Bien por completar, mezclar o inventar guiones, o bien por utilizar la imagen de los actores sin necesitar su presencia real, lo cierto es que la inteligencia artificial pronostica un futuro incierto. ¿Hasta dónde llegará la huelga?
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