La sociedad estadounidense ha recibido infinidad de críticas. La crítica más mordaz y brillante del estilo de vida estadounidense en el cine
La sociedad de Estados Unidos ha sido siempre ensalzada por el resto de Occidente por su gran ideal de individualismo, su capitalismo exacerbado e innegociable y la preponderancia del desarrollo personal como pieza clave para el funcionamiento del país. Esta visión encorsetada del sistema ha sido criticada en múltiples ocasiones a lo largo de la historia del cine, con resultados más o menos acertados.
Sin embargo, hay pocas cintas que logren capturar el espíritu del gigante americano y su lado oscuro mejor que American Beauty, la ópera prima de Sam Mendes, estrenada en 1999 que meses más tarde arrasaría en la gala de los Oscar con cinco estatuillas. La sinopsis oficial reza así: «Lester Burnham (Kevin Spacey), un cuarentón en crisis, cansado de su trabajo y de su mujer Carolyn (Annette Bening), despierta de su letargo cuando conoce a la atractiva amiga (Mena Suvari) de su hija (Thora Birch), a la que intentará impresionar a toda costa».
La gran moraleja
Y es que poco se puede decir de esta película que no se haya dicho ya. Kevin Spacey, insuperable en su papel protagonista. Da vida a uno de los personajes más complejos y con un arco narrativo más interesante de la historia del cine. Un redactor de una revista exasperado con la forma de vida que lleva, una mujer con la que no congenia, una hija que lo desprecia y ningún motivo que le induzca a creer que la vida puede brindarle momentos de felicidad. Al carrusel de las interpretaciones magistrales se suma una genial Annette Bening. Lo hace en el papel de esposa crónicamente insatisfecha, consumida por su propia ambición que se torna en avaricia conforma avanza el metraje.
Irónicamente, el hecho de que Lester decida dar un giro radical a su vida parece afectar de forma terminante a la rutina del resto de personajes, que son incapaces de concebir que alguien pueda apartarse de la senda establecida por el grueso de la sociedad y asentada en la tradición estadounidense desde la redacción de la Constitución.
Sin embargo, así es. En un guion irrepetible, Alan Ball transmite una moraleja sin par. Da igual lo exitosas que sean nuestras vidas, algún día nuestro espíritu inconformista deseará más de lo que tiene y emprenderá otras vías. Solo entonces seremos conscientes de la belleza que reina en el mundo. Espectacular.