Fueron las más taquilleras a finales del siglo pasado. La película de extraterrestres que mejor ha envejecido en los últimos años.
Las películas de extraterrestres fueron todo un fenómeno en el último tercio del siglo pasado. La industria cinematográfica se convirtió en una empresa millonaria destinada a satisfacer a una audiencia masiva y los nuevos efectos especial conseguidos a golpe de talonario parecían servir mejor que nadie a este propósito.
Steven Spielberg fue, sin lugar a dudas, el director que más horas de metraje dedicó a la temática alienígena. Desde uno de sus primeros proyectos, la fortuita ‘Encuentros en la tercera fase’ (1977) hasta la apocalíptica ‘La guerra de los mundos'(2005), protagonizada por Tom Cruise y basada en la novela homónima de H. G. Wells, publicada a finales del siglo XIX, pasando por la entrañable ‘E. T., el extraterrestre’ (1982). Sin embargo, no es de Spielberg de quien vamos a hablar en el día de hoy, sino de uno de los renovadores del género thriller, que saltó a la fama con su ópera prima, ‘El sexto sentido‘ (1999): M. Night Shyamalan.
Señales vio la luz en 2002, apenas tres años después del fulgurante éxito que cosechó su película debut, y consolidó en la pantalla a un jovencísimo Joaquin Phoenix, además de regalarnos otra interpretación magistral del ya veterano Mel Gibson. Su sinopsis oficial reza así: «Graham Hess (Mel Gibson) es un pastor protestante viudo que vive con sus dos hijos (Rory Culkin y Abigail Breslin) y con su hermano Merrill (Joaquin Phoenix), una antigua estrella del béisbol que trabaja en una gasolinera. Tras la muerte de su esposa en un accidente de tráfico, Graham pierde la fe y, en consecuencia, abandona a sus feligreses. Una mañana, al despertarse, se encuentra con que sus hijos han hecho un descubrimiento escalofriante en los campos de maíz que rodean su granja».
Ciencia y religión
La principal moraleja que subyace a la trama de ‘Señales’ es el eterno conflicto entre ciencia y religión. El personaje de Gibson, un religioso en plena crisis de fe, se aferra con uñas y dientes al credo al que ha consagrado su vida. Todo mientras observa con tristeza cómo sus hijos deciden seguir otro camino y tomar medidas para anticiparse a la nueva realidad que se avecina.
Shyamalan vuelve a demostrar en esta cinta su talento en el manejo de la tensión, en la efectividad de la técnica de sugerir sin enseñar directamente. También en ese brusco e inesperado giro argumental. Algo que se ha convertido en su seña de identidad y que no falta en ninguno de sus trabajos.
