Morgan Freeman es uno de los actores más queridos de Hollywood. La película que recupera al Morgan Freeman más entrañable.
Morgan Freeman es uno de los actores más aclamados de la industria cinematográfica. Su porte y su rostro, a la vez entrañables y autoritarios, han cautivado a los espectadores de todo el mundo en Million Dollar Baby (2004), Cadena perpetua (1995) o Paseando a Miss Daisy (1989) y un interminable etcétera. Sus actuaciones nunca han sido fruto de debate, al contrario, Freeman despierta un sentimiento de calidez a todos aquellos que lo contemplan desde la comodidad del sofá de su casa o desde la inmensidad de las salas de cine.
Es en Invictus (2009), dirigida por Clint Eastwood, donde el sentimiento de compasión y de cercanía se lleva a su máximo esplendor. Su sinopsis oficial reza así: «Adaptación de un libro de John Carlin (Playing the enemy). En 1990, tras ser puesto en libertad, Nelson Mandela (Morgan Freeman) llega a la Presidencia de su país y decreta la abolición del «Apartheid». Su objetivo era llevar a cabo una política de reconciliación entre la mayoría negra y la minoría blanca. En 1995, la celebración en Sudáfrica de la Copa Mundial de Rugby fue el instrumento utilizado por el líder negro para construir la unidad nacional».
Clint Eastwood tiene el talento suficiente para extraer de Invictus una parábola sobre la reconciliación que, a pesar de parecer lejana en el tiempo, es fácilmente extrapolable a la sociedad estadounidense del momento, repleta de prejuicios raciales, pero, sobre todo, también de personas que luchan por acabar con ellos. Aunque con tintes de mártir, el personaje de Nelson Mandela es, ante todo, creíble y llano, una persona acosada por sus propios fantasmas familiares y cuyo pasado oscuro ha supuesto para él un ejercicio insólito de redención. Justo en la línea favorita de Eastwood.
La recepción
Invictus es una de las mejores películas modernas que denuncian la situación racial, quizás una de las apuestas más arriesgadas después de que Robert Mulligan llevara al cine en 1962 Matar a un ruiseñor protagonizada por Gregory Peck. La película le valió a Freeman una nominación al Oscar al mejor actor.
La otra nominación se la llevó Matt Damon, que encarna al capitán del equipo de rugby protagonista. Las arengas para animar a los suyos tanto en el vestuario como dentro del terreno de juego nos recuerdan a alguno de sus mejores papeles como El indomable Will Hunting o Marte.