A Napoléon se le ha criticado estas semanas. La película sin rigor histórico que se convirtió en un clásico moderno
Napoéon, de Ridley Scott se estrenó la semana pasada en medio de una enardecida polémica por su presunta falta de rigor histórico. El director detrás de clásicos del cine como Blade Runner, Thelma & Louise o Gladiator ha recibido duras críticas tanto desde los círculos académicos como del resto de la sociedad, que lo acusa de falta de interés en sus proyectos cinematográficos. A pesar de contar con una fotografía excelsa y algunas de las mejores escenas de acción de la última década, el foco de las quejas no oscila más allá de los acontecimientos históricos.
Es curioso que nadie achacara nada de esto a Quentin Tarantino cuando en 2009 estrenó Malditos bastardos, una comedia ficiticia ambientada en la Segunda Guerra Mundial que, lejos de tratar de concienciar al espectador sobre la cruenta realidad del momento, trató, contra todo pronóstico, de entretenerle encadenando un disparate tras otro de forma similar a como ya hizo con Pulp fiction (1994).
Las críticas
Su sinopsis oficial reza así: «Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En la Francia ocupada por los alemanes, Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent) presencia la ejecución de su familia por orden del coronel Hans Landa (Christoph Waltz). Después de huir a París, adopta una nueva identidad como propietaria de un cine. En otro lugar de Europa, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) adiestra a un grupo de soldados judíos («The Basterds») para atacar objetivos concretos. Los hombres de Raine y una actriz alemana (Diane Kruger), que trabaja para los aliados, deben llevar a cabo una misión para hacer caer a los jefes del Tercer Reich. El destino quiere que todos se encuentren bajo la marquesina de un cine donde Shosanna espera para vengarse».
Puede que la absoluta falta de rigor histórico quedase olvidada por la inigualable interpretación de Christoph Waltz en el papel del coronel nazi Hans Landa, que ya se ha convertido en uno de los antagonistas más emblemáticos y mejor construidos de la historia del cine.
A esta magistral actuación se suman una construcción perfecta de la tensión narrativa, en especial en la escena inicial y en el pasaje de la taberna, y un guion en el que la violencia y la inventiva tienen al espectador en vilo hasta el sádico último minuto. Una obra maestra de la que nadie se ha quejado.